domingo, 28 de agosto de 2016

EL BAILE DE LA TARANTULA: UN CASO EN LA SANLUCAR DE 1907.



Por Salvador Daza Palacios

Cuenta una leyenda de la ciudad italiana de Tarento que la mordedura de la tarántula acarreaba la muerte, a menos que el afectado o afectada bailara hasta el agotamiento para poder expulsar el veneno por medio del sudor. De esta forma, el baile de la tarantela suponía un remedio para evitar una muerte segura. Se trataba de una danza de origen napolitano, extendida por todo el sur de Italia.


El tarantismo fue una enfermedad muy extendida desde el siglo XIII al XVIII, causada por la picadura de la Lycosa tarantula, la araña más grande de Europa. Actualmente, el tarantismo ha desaparecido pues no se considera mortal la picadura, aunque la especie causante sigue existiendo.

En nuestro país, hacia 1772, existían doctores especialistas en tarantismo en la Real Sociedad Médica de Sevilla que defendían la maravillosa utilidad de la música para curar los «prodigiosos efectos del veneno de la tarántula[i]». Uno de ellos era el médico Juan de Pereira, socio de número y consiliario primero de dicha Sociedad[ii], aunque existían pocos testimonios de que se hubiesen realizado curaciones por este medio.

En 1785 se publicó el interesante tratado de otro galeno llamado Irañeta, pero éste se decanta, como medio para la curación de la picadura, por la sangría del afectado, para que así expulsase los malos humores del tósigo, además de prescribirle aceites laxantes y otros remedios terapéuticos como el vinagre, el alkali volátil y el agua de luz[iii]

  «Es muy sabida la práctica de curar el Tarantismo con la música, y ciertamente cualquiera que se haga cargo del poder que ésta tiene sobre nuestros nervios, como también de los efectos prodigiosos que ha causado, y nos cuentan escritores de todas edades, no tendrá por muy acertado el dictamen que absolutamente negase su virtud contra la enfermedad de que hablamos».

Irañeta se remonta nada menos que a Pitágoras, muerto 499 años antes de Cristo, para justificar esta práctica musical. Y así lo recogían algunos autores, que aseguraban la curación por este medio. Aunque reconocía que no era un método infalible, ni mucho menos, «pues muchos mueren sin embargo de habérseles socorrido con la música». Además, muy pocos conseguían la total curación por este medio, pues los que sanaron gracias a este remedio volvían a recaer una o dos veces cada año.

Por consiguiente, Irañeta se inclinaba más por su propio método que por el remedio musical, pues era un método «seguro, breve y cómodo», mientras que en el tradicional los enfermos necesitaban para su curación de cuatro a seis días de música, así como de movimientos continuados o saltos violentos, durante doce horas al día. Confiesa en su tratado finalmente que lo había escrito para los «inteligentes» que lo juzgarían con imparcialidad y que su método terapéutico no tenía «la más leve adhesión a vulgaridades».

Otro tratado interesante sobre el tarantismo es el de Francisco Xavier Cid[iv], quien califica a la sonata de la tarantela como «cierto sonido armónico bastante vivo y acelerado entre fandango, folías y canario, o una mezcla de todas estas sonatas, muy propio y aún específico para excitar a los ya moribundos infectos del veneno». Y estaba especialmente indicada para ello, pues debía ser tocada de una forma rápida y muy rítmica: «ha de ser una música viva e impelente, que eficazmente mueva los nervios del enfermo». Con todo ello, Cid se convierte en un firme defensor de la musicoterapia, un método al que consideraba como herramienta útil para la curación de diversas dolencias que en su época no tenían un tratamiento específico, como aquellas en las que «la razón se advierta desquiciada, formal delirio, o que domine vehemente pasión». Y lo que era aún, mejor, sin dejar efectos indeseados o secundarios[v].

En otros tratados contemporáneos se describe el tarantismo con los síntomas de depresión, fiebre y delirio. El contagio del “éxtasis de la danza” producía histerias colectivas ya que pueblos enteros se veían afectados y salían a bailar aunque las personas no hubiesen sido picadas por araña alguna. Así parece que surgió la tarantela, con el fin de conjurar los males del veneno y del mal en general mediante un baile muy movido que se ejecuta al compás de seis por ocho.

En alguna zona de España se afirmaba que el "Baile de la Tarantela" aliviaba los efectos de la picadura, y también se aseguraba que si se acompañaba al herido con guitarras durante el baile, la araña causante sintonizaría con los guitarristas que ejecutaban la pieza, dado que muchos veían en ella un dibujo semejante a una guitarra.

Sin embargo, lo importante en el tratamiento de dicha enfermedad era que el enfermo sudara profusamente para que la ponzoña fuese eliminada. A veces se le daba a beber alcohol y cuando se desvanecía era introducido en hornos muy calientes, lo cual le provocaba aún más sudor. Muchas veces el final del tratamiento acababa con la muerte del afectado. A algunos estudiosos la danza les recuerda el histérico baile de San Vito, algo así como una locura colectiva que contagiaba a mucha gente[vi].

Según un manuscrito del siglo XVIII existente en el Archivo Nacional, «cuando un hombre mordido por la tarántula queda sin movimiento ni conocimiento, un músico prueba varios sones, y cuando ha encontrado el que conviene al enfermo, se le ve empezar a moverse. Primero mueve los dedos a compás, luego los brazos y piernas y después todo el cuerpo. En fin se pone en pie y empieza a bailar, aumentando siempre la fuerza y actividad. Hay quien se está sin parar bailando seis horas. Después se pone en la cama y cuando se juzga descansado del primer baile, se le saca de la cama. Se toca el mismo son y vuelve a bailar. Este ejercicio dura a lo más 6 ó 7 días, hasta que el enfermo se fatiga sin poder bailar más, lo que anuncia su curación, porque mientras dura el veneno bailaría si se quisiera hasta morirse de cansancio. Finalmente, poco a poco le vuelve el conocimiento y despierta como de un profundo sueño, sin acordarse de lo que ha pasado durante su enfermedad ni de la danza[vii]».

Sin embargo, en otro documento del mismo legajo, el remedio que se prescribe para una muchacha afectada es totalmente diferente: «si lo que padece es tarantela, que mame leche de cabras a tarde y mañana, y cuidado que ha de ser mamada, que no sirve ordeñada. Que coma de todo lo que quiera, y solo se guarde de comer queso; que use del agua caliente a todo pasto, y si vomita, que beba hasta que se le quede en el cuerpo el agua. Ésta se ha de calentar para todos en vasija de barro nueva; que le toquen la vihuela; que le armen músicas y la diviertan».

Todo ello terminaría confirmándolo un siglo después, de forma humorística y popular, el libreto de Julián Romea para la magistral zarzuela “La Tempranica”, del maestro Gerónimo Giménez (estrenada en 1900) en su archiconocido y divertido zapateado de Grabié (que tiene un ritmo de 6/8 al igual que la tarantela italiana):

Grabié:
La tarántula é un bicho mú malo;
No se mata con piera ni palo;
Que juye y se mete por tós los rincones
Y son mú malinas sus picazones.

¡Ay mare!, no zé que tengo
Que ayé pazé por la era
Y ha principiaito a entrarme
Er má de la temblaera.
Zerá q'a mí me ha picáo
La tarántula dañina
Y estoy toitico enfermáo.
Por su sangre tan endina.
¡Te coman los mengues
Mardita la araña
Que tié en la barriga
Pintá una guitarra!
Bailando se cura tan jondo doló.
¡Ay! ¡Mal haya la araña que a mí me picó!

No le temo á los rayos ni balas
Ni le temo á otra cosa más mala

Que me hizo mi pare;
Más guapo que “er Gayo”
Pero á ese bichito lo parta un rayo.

¡Ay mare! yo estoy malito.
Me está entrando unos suores
Que me han dejaito seco
Y comío de picores.

Zerá que á mí me ha picáo
La tarántula dañina,
Por eso me he quedao
Más dergao que una sardina.

Lo ocurrido en Sanlúcar en 1907.

Siete años después del estreno de tan célebre zarzuela, aún se daban casos de mordeduras de tarántulas en Sanlúcar de Barrameda. Pero lo más sorprendente sin duda es que aún se aplicaba el remedio musical para ello, aun a pesar de los avances médicos. Así lo relató el diario madrileño El País, haciéndose eco de lo publicado por un periódico sanluqueño en los primeros días de julio de 1907:


SANLÚCAR.  España pintoresca.— La tarántula
Leemos en un periódico de Sanlúcar de Barrameda:
«Encontrándose anteayer echada sobre un rastrojo de cebada en el campo de Cortés, del pago de la Jara, la vecina de ésta, Carmen Ortega, de treinta años de edad, soltera y natural de Chiclana, tuvo la desgracia de que le picara una tarántula en una pierna, profiriendo grandes gritos por los agudos dolores que sentía.
Trasladada a su domicilio de la calle Abades, antiguo horno de Lemos, manifestó deseos de ser tratada por el procedimiento de la guitarra, siendo llamados al efecto los profesores Pallares, Pecho y Pulet, que tocaron repetidamente la tarántula, entrando la enferma en la excitación nerviosa como a la media hora, rompiendo a poco en sudor copioso, y logrando sostenerse en agitación más de cuarenta y ocho horas, con lo que los entendidos la suponen fuera de peligro.
La mujer en cuestión es mandadera de la cárcel, y por su pobreza, todos los que han intervenido en su curación lo han hecho por caridad[viii]».

El mismo año, y sin duda animado por la exótica noticia de lo ocurrido en Sanlúcar, apareció en un diario de Badajoz un delirante artículo titulado “Curación filarmónica”. En él, su autor anónimo se hace eco, con un punto de humor, de los primeros experimentos de la musicoterapia, o sea, de la curación de diferentes dolencias a través de la música. Indicando a determinados compositores y obras como antídotos de enfermedades o remedios eficaces para su alivio: «La verdad es que la famosa tarantela para guitarra cura en España, en Andalucía sobre todo, a los picados por la tarántula[ix]».

Célebres compositores han escrito tarantelas. La lista sería bastante larga. La más célebre sin duda, la de Rossini. https://www.youtube.com/watch?v=5FsKXrLMB

Por su especial vinculación con Sanlúcar, donde actuó en varias ocasiones, también incluyo la magnífica "Gran Tarantella" del compositor y célebre pianista  Louis Marie Gottschalk (1829-1869)
https://www.youtube.com/watch?v=E4Nkj7kF-3U

Además, el flamenco ha recogido como uno de sus palos la “taranta”, cuya procedencia está por desvelar, pero que quizás se pudiese tratar de una réplica andaluza del aire napolitano.


1. En Historia Bibliográfica de la Medicina Española o Biblioteca escogida de Medicina y Cirujía, de Antonio HERNANDEZ MOREJÓN, Madrid, 1846, p. 344.
2. En el “Diccionario de escritores de Mario Méndez Bejarano viene su biografía (Tomo 2, p. 208
3. IRAÑETA Y JAUREGUI, Manuel: Tratado del tarantismo, o enfermedad originada del veneno de la tarántula. Según las observaciones que hizo en los Reales Hospitales del Cuartel de San Roque. Madrid, 1785, pp. 108 y 114.
4. CID, Francisco Xavier: Tarantismo observado en España con que se prueba el de Pulla, dudado de algunos y tratado de otros de fabuloso. Y memorias para escribir la historia del insecto llamado tarántula, efectos de su veneno en el cuerpo humano, y curación por la música con el modo de obrar de esta, y su aplicación como remedio a varias enfermedades, Madrid, 1787.
5. ALVAREZ BARRIENTOS, Joaquín: “Música y medicina: Francisco Xavier Cid y su ‘Tarantismo observado en España’ (1787)”. En Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, XLIII, 1988, pp. 39-46.
6. Texto extraído de: Breviario de Araneología. Roberto M. Capocasale (1999)
http://www.larruecadearacne.com/miscelanea.htm (Consulta del 17 de Julio de 2007. 12:37h)
7. AHN, Nobleza, Baena, C. 77, D. 33.
8. EL PAIS, Madrid, 22 de Julio de 1907. La misma información, en Diario de Cádiz del 14 de Julio de 1907.
9. Nuevo diario de Badajoz: periódico político y de intereses generales. 23 de Julio de 1907.

1 comentario:

Zyx dijo...

Hola, estoy interesado en leer el artículo del Nuevo diario de Badajoz, trate de buscar la referencia en internet pero no lo hallé. ¿Existe la posibilidad de que me facilites un link de consulta o una versión digital a mi correo electrónico (zebrarojavz0@gmail.com)? Te lo agradecería muchísimo.

Por cierto, exelente artículo.